CRÓNICAS CINECICLÉTICAS VII

.:: SENEGAL ::.

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Difícil (que no imposible) me va a ser intentar concentrar en un sólo relato las experiencias y sensaciones de nuestra estancia y paso por un país tan diverso y tan intenso como lo es Senegal. ¡Allá que voy!

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A Senegal entramos en chalupa (pirogue) desde Kaedi (Mauritania). Los primeros contactos con la negritud (etnia Peul) los habíamos tenido ya en los últimos 400 km mauritanos que hicimos por la rivera norte del río Senegal (rumbo Este), y los seguiríamos teniendo en los siguientes 400 km (rumbo Oeste), pues habitaban ambas márgenes del río. En todo momento estábamos mentalizados de que el viaje iba a ser duro, que las condiciones no acompañarán la mayoría de las veces, estabamos concienciadas de que no va ser lo mismo que un paseo en bici junto a la orilla del Loira, pero esos días, ciclando por el corazón del Sahel nos asustamos un poco, ¿será que tenemos que aguantar estas temperaturas (entre los 45 y 50 grados día y noche) a partir de aquí? ¿será que nuestras comidas estarán siempre aderezadas y todos nuestros orificios corporales sazonados por la arena y el polvo que levantan estas tormentas de arena que además no nos dejan avanzar? Había algo que no cambiaba y era que la hospitalidad con la que nos recibían era igual o más calurosa que lo había sido antes. Nunca nos faltaba un plato de comida, por frugal que fuese, o un espacio seguro donde pasar la noche.

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Ya no había marcha atrás, acabábamos de entrar en el África negra y el contraste era evidente; culturalmente con respecto a los Mauritanos moros, la diferencia era abismal; pasamos de ser ignorados a ser el centro de atención. Sin desearlo nos convertimos en estrellas del rock en un santiamén, éramos visibles a km de distancia, la cercanía con la gente era y es inevitable para lo bueno y para lo malo. También significaba la pérdida de intimidad, la reducción a mínimos impensables del espacio vital y la desaparición del anonimato.

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NIÑOS ZOMBIES.

Viajar en bici supone estar expuesta, no sólo a los elementos, sino también, entre otras cosas, a las relaciones humanas que nos ofrece el camino. En el caso de Senegal esto está siendo muy intenso; por ejemplo, como por arte de magia, por entre los pliegues de la tierra, en los vericuetos de la ruta o desde esos arbustos en los que no habíamos reparado aparecen enjambres de pequeños/as que se abalanzan corriendo persiguiendo a las tubab (blancas); sin reparar en su seguridad invaden la carretera para esgrimir, sonrisa en ristre las 3 ó 4 únicas palabras que saben en francés y que seguro son inoculadas por sus mayores, que por cierto también repiten sin rubor, y son; “dame dinero, dame un regalo, dame tu bici…dame algo ¿no?”. Al principio y después de ser recibidos de esa manera unas 300 veces al día, no supimos adaptarnos y confesamos que alguna que otra vez perdimos la paciencia con esa manera tan exigente de ser. Sabemos que somos sacos de dinero a sus ojos, que imaginan (porque así nos lo han dicho literalmente) que las alforjas van llenas de dinero y que somos como cajeros automáticos con piernas; esa es la imagen que tienen de nosotras, en el campo al menos. También somos conscientes de la tremenda injusticia histórica que las blancas hemos cometido (y seguimos cometiendo) sobre este continente y sus gentes, sabemos el expolio y latrocinio que nuestros gobiernos y megaempresas causan y del que a fin de cuentas nos beneficiamos sin rechistar ni preguntar, aunque también es cierto que al tiempo no nos sentimos directamente culpables de esta realidad … es incómodo pero no debemos de dejar de tenerlo en cuenta. A esto también podemos añadir que existen “tubab” que potencian esa imagen del blanco/a todopoderoso/a lanzando regalos desde los todo terrenos sin siquiera bajarse a saludar (increíble pero cierto), también los/as hay que traen sus maletas repletas de regalos para intentar compensar lo imposible pues la miseria es avasalladoramente tangible. Al final somos nosotras, quienes a pie de ruta estamos más expuestas a las consecuencias de estas “buenas” acciones. Después de unos días conseguimos adaptarnos en la medida de lo posible y cambiamos el chip; cuando nos exigían un regalo decidimos lanzar besos sin detenernos y el efecto sorpresa que provocaba, en la mayoría de los casos funcionaba y todos acabamos sonriendo. Descubrimos que a veces es curiosidad, otras un juego y otras sencillamente una costumbre. Esta sensación de demanda constante ya no la tenemos desde que pedaleamos al sur del país, en La Casamance, esperemos que cuanto más al sur más calmado este el tema.

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Los críos/as no disimulan su curiosidad y cuando, por ejemplo, hacemos una parada parra comer algo y descansar, como si de zombies se trataran, van acercándose poco a poco y en grupo, con cautela pero sin dudas, hasta que invaden tu espacio y ya no hay nada que hacer, entonces si no pones límites sólo puedes atenerte a los suyos y eso puede ser muy incómodo. Lo que es seguro es que te quedas sin tu merecido ratito de siesta a la sombra de un árbol. En una ocasión nos sentimos literalmente acorralados por un centenar de críos/as que se crecieron e incluso nos lanzaron piedras para medir posibilidades. Nosotras no vamos a usar la violencia para reconducir la situación (al contrario que sus mayores) y lo saben, por eso es difícil salir de esa situación. Pero sería injusto quedarse ahí y sobre todo generalizar; como todos los/as niños/as del mundo sólo quieren jugar y que les hagan caso (nadie juega con ellos/as y la gran mayoría improvisa los juguetes de desechos) y cuando consigues un espacio de intimidad y puedes trasmitir cariño y atención, esos/as pequeños/as monstruos se convierten por arte de magia en criaturas adorablemente cariñosas, con un contacto físico extratierno y son estos los momentos que disfrutamos en compensación con los anteriores.

Hemos estado invitados y agasajados gratuitamente con un trato exquisito y generoso en decenas de casas familiares por todo Senegal al tiempo que se daba la contradicción de que nos pidieran constantemente cosas y dinero; al final hemos concluído sin rompernos demasiado el coco, que eso de pedir es como una costumbre, un hábito incorporado cultural y mecánico que se acciona cuando ven a un ”tubab”, y acabamos, en favor de nuestra salud mental, por no darle demasiada importancia.

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NIÑOS TALIBÉS.

En Senegal los encuentros con los niños Talibés son inevitables, en la calle están por todas partes; casi siempre van descalzos pero tienen como denominador común la mugre que invade sus pequeños cuerpos, la vestimenta de una camiseta destallada de algún equipo de fútbol megamillonario y una lata, vacía casi siempre, con la que van pidiendo, a veces comida, a veces dinero. En la mayoría de los casos, tienen que cumplir con un mínimo diario que les exigen los marabús (jefes religiosos a los que sus padres encomiendan su educación); las familias no pueden hacerse cargo de su educación ni de su avituallamiento y los entregan temporalmente a estos personajes pensando que les aportarán una dignidad vital además de conocimientos coránicos. Pero parece ser que esta tradición, que en principio desarrollaba una constructiva y solidaria labor social se ha desvirtuado bastante y los niños sufren todo tipo de vejaciones (palizas, encadenamientos etc) por sus “educadores”, si es que al final del día no aportan los mínimos exigidos en la lata. En las grandes ciudades están por todas partes y es algo admitido socialmente, como un paso necesario y provechoso para el desarrollo de una persona de bien. Todo esto es complicado y merece un análisis en profundidad, pero particularmente no he desarrollado una buena opinión sobre los marabús, que según cuentan, aprovechan el expolio del menor para su beneficio personal… y lo dejo aquí que si sigo me meto en un barrizal.

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Al principio, no quería verlos,intentaba mantenerme firme y que no me afectara. Parecía que si de alguna forma los ignoraba podría pasar de largo por la cuestión; me decía que si les daba algo, sólo mantendría la situación general de injusticia y no sería el niño quien se beneficiaría precisamente, al tiempo que me sentía horrible por no ayudar a alguien tan indefenso. Al final salía de mi propio escollo dándoles algo de comer y verificando que lo comían delante de mi.

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Ocurrió un día, estando acogidos en casa de una familia modesta, después de terminar la comida comunitaria (aquí todo el mundo come del mismo plato común). Cuando todo los comensales habían terminado hasta con los huesos de un pollo realmente escuchimizado y se retiraban a lavarse, aparecieron detrás, a la sombra, los auténticos liquidadores. Con toda la naturalidad del mundo (esta escena me será inolvidable de por vida) nuestra anfitriona pasó los restos de los restos de los restos a un grupo de niños talibés, que agradecidos devoraron la nada que restaba, sorbieron los jugos que los demás ni pensábamos existieran. Y fue ahí donde me rompí, donde ya no pude ignorar más la situación; no sabía por qué lloraba, si por pena, por rabia, por indignidad, por injusticia, por la terrible aceptación social o porque es una “tradición”.

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En otra ocasión, un grupo de estos críos, esta vez realmente pequeños, provocaron el despertar del alma dormida sólo porque con su sonrisa sin mácula iluminó la mañana; ellos, en su miseria material, abrían los ojos fascinados ante nosotras y nuestras bicis. No hay palabras, sólo agradecimiento. Sin duda, las proyecciones más suculentas, las más agradecidas, las de las risotadas más espontáneas, han sido las que hemos conseguido hacer en centros y asociaciones que se dedican a ayudar educativa, sanitaria y moralmente a estos supervivientes. También serán imborrables.

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PROYECCIONES.

Al contrario de lo que sucedía en Mauritania y Marruecos, en Senegal todo lo referente a proyectar cine, ya sea en la calle, en un colegio o en una plaza pública, es todo mucho más relajado. Los previos para poder proyectar en un pueblo se reducen a cruzar unas palabras con el jefe del pueblo y a veces ni siquiera eso. A todo el mundo le parece bien y es todo muy festivo; no nos interrogan sobre el programa y a veces no hay ni que decir que en contrapartida a la actividad gratuita que ofrecemos (siempre damos a elegir, no imponemos) es un lugar para dormir y la comida, porque eso ya va incluido con la visita. También nos ocurre cuando no sacamos el cine de la caja, ni siquiera decimos que es lo que llevamos dentro y ya nos ofrecen hospitalidad. ¡¡¡Maravilla!!!

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Jefe del pueblo de Ndiawara (norte de Senegal)

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¡VAYA EJEMPLARES!

Hubo algunos/as enteradillos/as que en la Europa de mediados del siglo XX montaron (y siguen montándolo a día de hoy) un pollo serio serio por eso de la superioridad de la raza. Se les puede acusar de muchas cosas pero si lo haces de miopía seguro que aciertas. ¡¡Jesús!! ¡Que cuerpazos gastan por aquí! Sobre todo, ¡que chicarrones! ¡Mare meua! No me extraña, que aunque el turismo en los últimos años esté de capa caída no dejemos de ver europeas (de todas las edades y condiciones) acompañadas de verdaderas estatuas griegas en movimiento, pero en negro claro, con la piel de seda, con los ojos acarbonados y los huesos sin fin. De mujeres ya hablaremos…

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Me dejo mil cosas en el tintero pero tengo que parar.

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Senegal (no voy a decir África) no nos ha dejado indiferentes (después de 3 meses la abandonaremos en una semana), hemos aprendido algo más sobre el mundo, sobre nosotras, sobre la condición humana, espero que nos haya hecho un poco más humildes. Hemos conocido a tanta gente maja e interesante que ya sólo por eso merece la pena el viaje. Vamos tan lento porque disfrutamos con todas ellas y con los paisajes que les rodean. Nos congratula llevar el cine y así poder ofrecer algo a cambio de tanta generosidad y hospitalidad. No queremos que se acabe y a veces nos quedaríamos meses en cada pueblo. Pero debemos seguir. Pronto Guinea Bissau en plena época de lluvias. Seguro que nos embarramos igual que nos ensablamos (de “sable” en francés, arena en castellano) en el desierto.

Gracias por vuestro tiempo

K

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10 comentarios

  1. Buenos días,
    Es un placer tan grande leeros!!! Siempre me ha fascinado África, y entiendo perfectamente la grandiosidad de lo que estáis viviendo. Enhorabuena!! porque también se necesita una buena dosis de valentía para hacer lo que vosotros estáis haciendo.
    Por favor, seguir enviándonos un trocito de África!!
    Mil gracias….
    Aurora

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  2. Que maravilla de crónica sobre Senegal. El relato de los niños talibés te deja el cuerpo tocado.Recuerdo que en mis primeras visitas a Marruecos, hace ya casi cincuenta años, los niños y no tan niños te acosaban para que les dieras algo. También lo he visto en más de un poblado chabolista de gitanos en los alrededores de Madrid. Bueno chicos, en casa os recordamos y os admiramos. ¡Que todo vaya bien! Muchos besos.

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  3. Hola chicos, preciosa y perturbante crónica sobre Senegal, la historia de los niños talibés te deja el ánimo sobrecogido, que mal destino le ha tocado a estas criaturas en mala suerte.

    El recibimiento que os hacen todos los niños al veros con la ilusión de sacaros algo, me ha recordado las primeras visitas nuestras, todavía de solteros, ya hace años, a Marruecos, no dejaban de agobiarte y no servía de nada oponerte o enfadarte con ellos, la única solución era adoptar a uno de los mayores al que alimentabas y dabas algo de dinero y él se encargaba de que tuviésemos la estancia más tranquila, pero claro, no es solución para vosotros.

    En cualquier caso, el viaje me imagino que debe ser una maravillosa experiencia y a pesar de muchos momentos de duda que os puedan atravesar vuestras mentes el enriquecimiento personal de la experiencia será a corto y a largo plazo increible.

    Yo sigo con la quimio, termino a final de Agosto, se han normalizado los indicadores, parece que está haciendo efecto, por lo que me está dando un poco de cuartel a ver si es una temporada larga.

    Nos vamos a la playa a Almería con los niños hasta final de Julio, después llegan sus padres a relevarnos y nosotros nos subimos al campo para quitarnos los calores de Madrid, espero que vuestras temperaturas se vayan moderando y que Guinea os acoja con ánimo protector.

    Bueno queridos, espero que las próximas etapas sean de lo más estimulantes, aquí os seguimos queriendo y admirando.

    Muchos besos

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  4. Queridos Carmelo y Cristina, me alegro muchísimo de que vuestro camino siga adelante.
    Qué bonita crónica y qué fotos tan magníficas.
    En mi relación con vosotros ya vi que eráis unas personas extraordinarias, en estas crónicas de vuestras vivencias os veo con una grandeza de espíritu, una coherencia y un saber vivir que me admira profundamente.
    Y qué cuerpos los vuestros, hermosos y fuertes, resistentes.
    Seguid siendo como sois.
    Un beso enorme

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  5. Estimad@s Isa y K; Que gustazo me ha dado leer su crónica y fotos (como siempre espectaculares) de Senegal. Hoy en día desde Lima, me doy cuenta lo maravilloso y «duro de vivir» que es Africa del oeste. Les deseo muchas más aventuras llenas de vida!
    Abrazos.

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