CRÓNICAS CINECICLÉTICAS VIII

.:: LA CASAMANCE ::.

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Debido a que la frontera entre Senegal y Gambia estaba cerrada y prefieriendo evitar dar un rodeo a Gambia de 800 km por Tambacounda, además de que las temperaturas en esta época del año rondan los 50ºC, finalmente cogimos un barco desde Dakar a Ziguinchor, para llegar a la región de la Casamance. No sin antes esperar un par de semanas en Dakar, ya que el barco estaba completo. De los tres que hay habitualmente, 2 de ellos estaban averiados y el avión que vuela de Dakar a Ziguinchor había dejado de volar, con lo cual, había overbooking en el único transporte que quedaba para llegar a esta región.

Anexionada a Senegal por un acuerdo entre Francia y Portugal, la región de Casamance nunca se ha sentido parte de Senegal. Y ello ha conllevado al conflicto de carácter independentista que aún existe en esta región.

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El trayecto nocturno en barco duró 14 horas, desde Dakar, la bulliciosa capital por donde no puedes andar por ningún sitio porque todo el espacio público lo acaparan los coches, hasta la bonita ciudad de Ziguinchor. A pesar de no haber dormido, estábamos de muy buen humor, incluso unos cuantos delfines nos acompañaron desde el mar hasta ya adentrado el río. Desde el barco se podía ver el intenso color verde de los manglares a ambas orillas, habíamos cambiado totalmente de paisaje, ya estábamos en pleno trópico.

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Desde Ziguinchor cogimos una pirogue de nos más de 5 metros hacia Affignam, navegamos durante una hora y media entre estrechos manglares, era un auténtico laberinto, con la pirogue a rebosar de gente y de agua, dos mujeres se turnaban para achicar agua a cubos.

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Llegamos a media tarde y el paisaje me dejó completamente asombrada. Árboles de más de 30 metros, mangos, fromagiers, baobabs, palmeras esbeltísimas, cocoteros, bambús y casi ni se podía ver a más de 20 metros de la espesura que había. Me creí en el paraíso. Naturaleza en estado puro. Ya con nuestras bicis, nos dirigimos al pueblo desde el embarcadero y de repente el cielo se tiñó de gris, le señalé a Carmelo que mirara el cielo, eran murciélagos frutívoros gigantes que salían al atardecer a devorar los mangos. Miles de murciélagos con un sonido ensordecedor volaban por encima de nuestras cabezas. Fue una imagen que difícilmente podré olvidar.

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Desde allí hicimos una ruta por la parte noroeste de la Baja Casamance, proyectamos en diversos, colegios, asociaciones, hasta en las islas Karon donde no llega la red eléctrica.

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Luego nos adentramos en el bosque de Kalayoune, donde estuvimos acogidos en el pueblo de Boulandor. En el trayecto, dormíamos en los patios o en casa de los locales, admirando siempre el paisaje, parándonos en la carretera para coger mangos y anacardos directamente de los árboles,  saludando continuamente a los simpáticos Djola, una etnia  que habita sobretodo en la Baja Casamance. Aquí ya no eramos “tubabs”, sino “lulús”. Y en lugar de escuchar continuamente: “Tubab, donne moi l’argent” que se repitió en toda la parte norte de Senegal; aquí el “lulú” se acompañaba con una cancioncita. No sabíamos qué significaba, pero siempre era más agradable que la demanda imperativa que nos había perseguido anteriormente.

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Para llegar a las islas Karon, cogimos de nuevo una pirogue, esta vez solo con el cine. En estas islas existen unos insectos pequeñísimos llamados mut mut, que salen al atardecer por millones y te pican sin cesar como si fueran agujas, incluso en la cabeza. Las proyecciones fueron auténticas pesadillas, allí nadie se estaba quieto, todos rascándonos sin parar, los locales hicieron hogueras durante la proyección, ya que solo el humo les espanta, pero ni aún así. A pesar de ello, nadie se quiso perder el cine.

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Fuimos a las islas de Kaylo y de Bune, donde no hay corriente eléctrica, sólo algunas placas solares permiten alumbrar la oscuridad. Me sorprendió también, que en muchos sitios, a pesar de no tener corriente eléctrica, sólo existiendo algún generador o alguna placa solar, siempre y repito siempre se ven antenas parabólicas y teles, lo habitual es juntarse para ver el fútbol o el folletón (la telenovela). Por mucha pobreza que haya y muy remota que sea la aldea, siempre hay 3 cosas que a mí todavía me sorprenden: parabólicas, Coca-Cola y smartphones. No hay luz eléctrica, pero hay cobertura. No hay luz eléctrica, aunque pasen los cables de la luz por encima de la aldea al lado de la carretera…  Hay whatsapp, pero las mujeres siguen yendo a sacar agua del pozo. Llegan las zapatillas imitación Nike, pero siguen usando herramientas que parecen sacadas del paleolítico. Llega el pan de gambas desde China, pero lo fríen en cocinas de carbón. Y eso te hace pensar en los intereses que existen, en las contradicciones y, a mí, como mujer, cuando preguntas a los hombres con cara inocentemente irónica por qué van sólo las mujeres a por el agua, a cargar la leña, a trabajar el campo, y te responden que es por la tradición, me pregunto de dónde viene la tradición de estar viendo el partido de fútbol y mirando el móvil. Y eso me hace pensar, que hay cosas que no es que no se puedan cambiar, sino que no interesan. Al hombre no le interesa que la mujer se empodere. Eso es así. Perderían privilegios y por lo tanto, las tradiciones, claro.

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Y es gracioso como a lo largo del viaje, se suman las situaciones ridículas en este aspecto. Muchas veces cuando adelantas a algún hombre en bici y ven que eres una mujer, aprietan los dientes y lo dan todo para adelantarte, lo mejor es que cuando pasan por tu lado, dejan de acelerar y ponen cara de normalidad, eso sí, te adelantan y unos metros después siempre paran a hacer como si se les hubiese salido la cadena o cualquier otra cosa. Claro, después de subir una cuesta con una bici sin cambios están hechos polvo. Es de risa.
O cuando nos ven a Carmelo y a mí y a las dos bicis y le preguntan a Carmelo quién ha traído la otra bici, yo saludo como diciendo: ”¿No me ves o qué?” y cuando Carmelo les dice que yo, me miran con cara de asombro, incrédulos. En Mauritania le llegaron a preguntar a Carmelo que si él tiraba de mí con una cuerda. Pero parece que no se preguntan de donde sacan las mujeres tanta fuerza física para trabajar todo el tiempo. Y cuántas veces me habrán preguntado si estoy cansada mientras pedaleo, parece una tontería, pero es que a Carmelo no se lo han preguntado nunca. En Mauritania, los moros no tocan a personas del sexo opuesto a no ser que sean familia, cuántas veces le han rechazado a Carmelo la mano y a mí los hombres me la daban con total naturalidad. En Marruecos, cuando teníamos que ir a hablar a la Wilaya (ayuntamiento) para explicar el proyecto y pedir permiso, nos decían siempre que hablara Carmelo y los dos decidíamos que hablara yo. Esto que a algunos parecerá una falta de respeto, nosotros lo vemos necesario para normalizar situaciones. Muchas veces por no incomodar, transigimos en muchas cosas. Yo por ejemplo, me he acostumbrado a comer con la mano derecha a pesar de ser zurda. Pero cuando las costumbres son motivo de discriminación, personalmente, yo no voy a transigir. Cuando dicen que está mal visto que las mujeres fumen, yo fumo delante de la gente. Me parecen situaciones injustas. Una cosa es respetar las costumbres y otra es sostener la injusticia de género. Yo por ahí, lo siento pero no paso.
Son anécdotas aparentemente graciosas pero que reflejan la realidad de sociedades machistas. Y no me refiero sólo en África, y es que esto todavía no lo tenemos superado en Europa. Cuántas veces en España, se han dirigido solo a Carmelo para hablar o le han hablado de “Tu proyecto” en singular, como si yo fuese una mera acompañante. Cuántas veces al vernos cargar la caja del cine me ha quitado un hombre para ponerse él, y yo les digo que cojan el lado de Carmelo, que yo soy más fuerte que muchos de ellos. Pensamos que en Europa ya está todo hecho, que la batalla ya está ganada, pero ni mucho menos, sólo unos cuantos hombres y mujeres están concienciados de esto.

Volviendo a la Casamance, hay que decir que aquí vimos por primera vez mujeres en bicicleta.

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Después de pasar unos días en Ziguinchor, cogimos la carretera hasta Kolda para desde allí, cruzar a Guinea Bissau. La lluvia no se hizo esperar y nos sorprendieron las lluvias tropicales, que si hay carretera de asfalto, incluso pueden aliviar el sofocante calor húmedo, pero si te pillan en una pista de tierra, el asunto se complica.

Tras descansar en Kolda, gracias a la hospitalidad de Amagoia (ONG AIDA), nos dirigimos a la frontera, con 3 o 4 proyecciones previstas antes de cruzar. El camino por pistas, era precioso, para mí claro, que disfruto sorteando baches, charcos, sapos… pero el pobre Carmelo con el carro lo sufre bastante, en lugar de una rodada, él lleva 3 y siempre tiene que buscar el mejor sitio para pasar, que a veces no es nada evidente. A unos 20 km de Kolda, ocurrió lo que no esperábamos, el chasis del carro se partió. Menos mal que teníamos a la buena de Amagoia, que vino a buscarnos. De nuevo en Kolda, soldadura chapucera y las siempre recurrentes cámaras de bici y vuelta al camino.

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De las tres proyecciones programadas, sólo pudimos hacer una proyección antes de salir, ya que la visa nos caducaba el mismo día que salimos de Senegal (lo nuestro es apurar visados). Lo que  coincidió con  la fiesta del Curité, el fin del Ramadán. Nos invitaron a filmar la fiesta, que consistía en que todo el pueblo va al bosque, a rezar juntos, la verdad fue un momento increíble. Todos rezando a la vez, al unísono, en mitad del bosque. Luego del rezo, matanza de gallinas, pollos, vacas… para celebrarlo, aquí ya nos marchamos, demasiado para dos vegetarianos.

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Carmelo y yo comentamos habitualmente todas las puertas que se nos abren con este proyecto, gente que nos ayuda, que nos acoge (incluso sin saber que llevamos un cine), que nos saluda amablemente, que nos da de comer, sin apenas conocernos… la respuesta de la gente es increíble, siempre lo decimos. Pero, además de la gente que no nos conoce, tenemos a nuestros amigos, que siempre están ahí para darnos respuesta y apoyo cuando lo necesitamos. Y es que da mucha tranquilidad, saber que si tienes algún problema, haces una llamada o mandas un par de mensajes y siempre hay respuesta. Está Aitzi con cualquier dolencia que le preguntamos. Pablo el Titiribici, Lucas y Ubi cuando se nos partió el carro. Zigor, María y Andrés cuando tuvimos problemas con la transmisión. Ana y Moussa con nuestros problemas de visado en Mauritania. Raúl, siempre dispuesto a enviarnos películas. Ester, Cris, Gabi y Agus cuando necesitamos encargos, envíos y asuntos logísticos. Rubén que nos ayuda a editar el blog… Y si sigo no acabaría nunca, a todos tenemos que decir GRACIAS. Si no fuera por la gente que hay detrás, el viaje resultaría mucho más duro. Gracias a todos los que nos mandáis mensajes de ánimo, emails, comentarios en el blog y en el Facebook, ya que gracias a que la gente cree en nosotros, tenemos la fuerza para seguir adelante.

Casamance tiene la particularidad de atraparte, de que nunca te apetezca dejarla, de estar agusto desde el primer momento. Nos hubiéramos quedado dando más vueltas, como nos gusta, pero el visado y las lluvias apremian.
Así que rumbo a Guinea Bissau!! Ya no somos “tubabs”, ni “lulús”, ahora somos “brancos”.

Isa

8 comentarios

  1. Mucha fuerza y ánimo!! Muy loable vuestro proyecto…os vi en The Rincón Pio Sound…y luego departimos en el Festival…abrazos y mucha salud para los dos..

    Juan Carlos

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  2. Querida Cristina que interesante tu crónica con las observaciones sobre tradiciones y cómo los hombres rompen todas sus tradiciones excepto las que se refieren a la supremacía del hombre sobre la mujer y la fuerza de trabajo de la mujer en la familia y en la sociedad.
    Muchas gracias por transmitirnos vuestras experiencias.
    Salud y suerte en general

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  3. Gracias por hacerme viajar a través de las palabras y las imágenes. Y gracias por las reflexiones en voz alta, siempre necesarias para llamar la atención sobre las injusticias.
    ¡Arriba con ese pedazo de viaje!
    Abrazos a los dos.

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